2018

Romanova
3 min readDec 27, 2018

--

Esto recién empieza, digo en enero cuando quedo postrada. Esto recién empieza, decimos en marzo cuando la mudanza urge y las cajas se acumulan. Esto recién empieza, cuando las noticias se suceden sin respiro: hay una enfermedad que puede torcerlo todo, tengo que tomar las riendas de un trabajo que nunca hice. Claro que me animo; primero digo que sí y después veo si puedo. Siempre puedo. Ya está visto que este va a ser uno de los años más pesados, decimos cuando vemos las noticias. Caemos y nos levantamos veinte veces. Sostenemos enfermos, heridos y duelantes. Casi no hay tiempo para disfrutar, pero esto recién empieza. No, tampoco habrá aborto legal, seguro y gratuito este año. Y yo que pensaba curarme del dolor de algunas distancias con las distracciones de la vida nueva. No escribí nada de lo que me había propuesto y tampoco pudimos hacer un montón de cosas que teníamos ganas de hacer. Hay días en los que sólo podemos tumbarnos sobre la cama, entrelazar los dedos y mirarnos a los ojos hasta que llega el sueño. Una casa nueva también está hecha de cosas que se rompen.
2018 ya promedia cuando la que cae es la que me supo cuidar en el verano. Ya perdí la cuenta de las malas noticias, de los desencuentros, de los propósitos malogrados. Y esto todavía no termina, decimos en octubre cuando las recaídas. No consigo encontrar un fin de semana para acomodar los compromisos que me urge el corazón. Sé que estuve más cansada que este año, pero no lo recuerdo.
Hay bautismos y cumpleaños, casamientos y fiestas de egresados. Hay funerales. Hay muchos sustos y algunas gratificaciones. Esto todavía no termina, pienso mientras acaricio el contorno de tus facciones como si no las supiera de memoria ya. Se puede reventar de amor y de tristeza. Me siento, como dice Bilbo, un poco dispersa; mantequilla embarrada en demasiado pan. Sólo hay un instante en el que me concentro y es aquí, ahora, no exactamente mientras escribo las palabras sino en el preciso momento en que mis piernas se ponen a andar, los empeines se estiran y contraen, el pecho se hincha y se deshincha. Pienso todo el tiempo en el movimiento del agua. Siento que algo está muy mal dentro de mi cuerpo, todo lo que pasó este año es apenas un aviso. Y todavía no termina. Sigo con los desarreglos mientras aguante.
Llegan las fiestas y aunque no hay mucho que celebrar, nos reunimos. Tengo una epifanía tardía sobre mi incapacidad de estar con demasiadas personas, aún si son muy queridas. Me enloquece el ruido de la subjetividad ajena. Devengo bolita, enmudecida, un día cada treinta para recuperarme de toda la angustia que se resiste a abandonarme. Soy la cloaca del mundo. Las cosas no me pasan; me atraviesan. Permanezco soldado en la reserva, el gabinete de emergencia tras un vidrio (una manguera de incendios,un desfibrilador). Me quemo íntegra en cada palabra no dicha, en cada acción no tomada, pero vivo mi propia vida y esto es lo mejor que tuvo 2018. Que todavía no termina. Me pregunto si hay años que se quedan para siempre entre nosotros. Yo, que no tengo futuro, no sabría decirlo. Espero que no.

--

--

Romanova
Romanova

No responses yet