Ahora que hemos desinfectado la casa,
podado las malezas, cortado el pasto,
limpiado la pileta, alimentado los animales,
juntado y separado la basura,
lavado toda la ropa, pasado la escoba dos veces,
cambiado el agua de cada recipiente,
trapeado y fumigado los rincones cubiertos,
cocinado para la semana, hecho lugar en la heladera,
ordenado un poco las herramientas que,
de todos modos, siempre están en el paso;
ahora que sólo queda un poco de trabajo en la huerta
y volver a empezar el circuito (porque a esta altura
otra vez el polvo en la galería, en el auto, en la biblioteca,
en el fondo de la pileta,
el pasto alto, la mierda de los perros,
de nuevo las compras para la semana larga),
ahora me siento a escribir un ratito .
La mirada resbala en el desorden del escritorio,
los dedos conscientes del polvo acumulado en las teclas.
Y me chupa un huevo todo, ya fue; es feriado.
El agotamiento reclama treguas que ni nosotros mismos nos damos.
Cómo harán los que no tienen ayuda,
los que ni siquiera se tienen uno a otro.