Remanso

Romanova
1 min readMar 26, 2024

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En mi cabeza, lo he escrito mil veces, siempre estoy escribiendo. Siempre es un día fresco de otoño, siempre estoy afuera, en un paisaje silencioso y solitario. En mi cabeza, ese lugar inextricable en el que podemos ser la autoproyección que se nos cante, soy el ser asocial, feral e indiviso que quisiera ser de este lado, el de las máscaras y la interacción humana. En todos los años de encuentro, intimidad y causalidades, una sola persona se ha asomado; medio se queda de a ratos. Dice que no entiende. Yo tampoco entiendo.

Ahí, en el remanso mental, soy. Pura abstracción, los susurros de une esquizoide. Las represiones y los deseos, el impulso de fuga, la necesidad de destruirme y rehacerme. Un bosque profundo, un fuego amigo, la noche que no es amenaza, las profundidades abisales del mar. La parte de mí que es máscara y humana tiembla por instinto de preservación. La parte animal se abandona al instinto y a una vigilia necesaria. Hemos olvidado el mecanismo de la supervivencia, ahora caminamos en muñones. La palabra resiliencia, amasada hasta gastarse, explica un procedimiento que no es unívoco ni transferible. Las cabezas asienten como si entendiesen, pero no hay nada que entender con el cerebro. El cuerpo, el instinto entiende mejor.

Mi objetivo es desmutearlo, sacarlo de ese metro cuadrado en que lo meten las pantallas, el ruido constante de las construcciones humanas. A veces hasta la música y la voz humana me ensordecen. Ahí vuelvo al remanso. Todos tenemos uno, ¿verdad?

¿Cuál es el tuyo?

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